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Mi abuelo

Mi abuelo

A mi abuelo le llamaban el «andaeras» porque tenía una manera muy peculiar de andar. Pero es que mis tíos, una de mis tías y mi madre andan muy parecido a él.


Me atrevería a decir que yo también andaba como él de niña, cuando vivíamos en el pueblo, porque pasábamos mucho tiempo juntos.

Somos la suma de una herencia genética y de una mimetización inconsciente con las personas más cercanas.

En otras palabras —y si me permiten trastocar un refrán popular: dime con quién andas, y te diré de qué pie cojeas.

Leí hace tiempo un artículo en el que confirmaban esto: el caso de un padre que cojeaba después de sufrir un accidente, y un niño que cojeaba de la misma pierna que su padre sin haber sufrido ningún accidente. Y además, un amigo muy querido, me acaba de confirmar que antes de diagnosticarle Parkinson a su padre, que ya cojeaba de una pierna hacía bastante tiempo, un día, al levantarse del sofá de casa de sus padres, su hermana le llamó la atención por su forma de andar, porque él también cojeaba: ¡estaba completamente mimetizado con la forma de andar de su padre!

Y ese es el quid de la cuestión. Mimetizamos. Por eso las parejas se acaban pareciendo en la manera de hablar y de moverse. O aun más evidente: casi todos los perros se parecen de manera sorprendente a sus amos. Yo tenía una vecina estrábica que su perro también tenía un ojo para cada lado.

Y la pregunta es: ¿cómo puedo liberarme de un hábito adquirido por mimetismo? Para liberarse de un hábito (cualquiera), primero hay que salir de la zona en donde se plantó. Y no me refiero a irse de casa —aunque esto siempre ayuda—, sino a no alimentarlo: a desactivar el automático.

Pero, ¿cómo se puede conseguir esto? Escrito o dicho parece muy fácil: des-ac-ti-va-el-au-to-má-ti-co. Sin embargo, todos sabemos que no es tan fácil. Un hábito se forma en relativamente poco tiempo. Pero para eliminarlo necesitamos dedicarle mucho más: atención y tiempo.

¿Cuáles son los pasos para desactivar el automático y liberarse de un hábito?
Primero: DARSE CUENTA, tomar conciencia. ¿Cómo vas a dejar de hacer algo que no sabes que haces? Si yo te digo «baja los hombros», tú me dirás «pero qué hombros». Y esa es la razón por la que el señor Alexander se observó durante años encerrado en una habitación con tres espejos. Tú puedes hacer lo mismo, o ahorrarte años en tu proceso acudiendo a un profesor de técnica Alexander. En mucho menos tiempo que le tomó a Alexander, podrás cazar más de un hábito en tu manera de moverte.

Segundo: PARAR. Ahora que ya sabes que aprietas la mano, el brazo, el hombro y hasta el cuello para coger un vaso de agua, vas a entrenarte para parar antes de coger ese vaso.

Como no pares, te gana el vaso. Eso es así. Y parar es de los verbos más difíciles de conjugar… ya te habrás dado cuenta, ¿no? En las clases de Alexander es el motor de la acción. Aunque parezca paradójico, el movimiento es iniciado desde el parar. Esto es muy fácil de entender en una clase, no te preocupes: la experiencia es muy clarificadora.

Tercero: MANTENER LA GUARDIA ALTA. Durante un tiempo, necesitaremos tener todos los sentidos en acción para ser capaces de ver, oler, oír, tocar… la tensión que se genera antes de la acción. Y así, antes de que dispare el automático, reunir todo el batallón en el mínimo de tiempo posible para conseguir no ser vencidos. No vale con haber conquistado el primer y el segundo paso. El tercer paso es el trabajo arduo: ESTAR PRESENTES.

Y ahora dirás: «Uf, qué de trabajo. Paso, prefiero no darme cuenta de mis hábitos».

Tengo que darte una buena noticia: después de un tiempo —de unas cuantas clases—, los tres pasos se sincronizan sin esfuerzo, y ya no tienes ni que pensarlos. Habrás conseguido integrar un nuevo hábito:

ACOSTUMBRARTE A LO BUENO.

Y es que cuando uno camina ligero, se agacha sin esfuerzo, suelta el apretón y respira mientras se mueve… ya no quiere andar por el lado más estrecho de la vida.

Si tienes la mínima sospecha de algo va mal en tu manera de moverte y quieres experimentar un paso, dos o los tres pasos para liberarte de un hábito, estás de suerte: en España hay un montón de profesores de técnica Alexander. Yo estoy en Granada, pero también trabajo online. Puedes reservar una sesión gratuita para conocerme aquí: www.tecnicaalexander.es

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