UN VIAJE DE VUELTA A CASA
Cuando era una niña un grave accidente gimnástico me dejó secuelas que parecían crónicas; sobre todo una: quedar desvinculada, a causa de los intensos dolores de espalda, de mi cuerpo, a desconfiar de él.
Probé casi todo para remediar mis dolores, incluso retirarme a los 19 años a un convento en Inglaterra por si la vida contemplativa y serena me volvía a conectar con mis sentidos.
Luego me matriculé en Barcelona para hacer Filología, pero me resultaba insoportable mantener la postura que las muchas horas de estudio exigían. Un día descubrí, casi por casualidad, la técnica Alexander y eso lo cambió todo: en tan solo una clase mi cuello se liberó de años de sufrimiento y de miedo.
Al poco tiempo me trasladé a Ámsterdam para formarme. Allí pasé 4 años intensos y felices aprendiendo con los mejores; formación que más tarde completé con cursos anuales en Estados Unidos y otros lugares.
Ahora llevo más de 20 guiando a otras personas (músicos, trabajadores manuales, funcionarios, madres, médicos, etc.) en el camino de reconciliación con su cuerpo, a comunicarse y a tomar plena conciencia de él. Y a hacerlo sin perder de vista que lo único que quiere el cuerpo es estar bien, una aspiración, la más natural de todas, muy sencilla pero, por desgracia, tan alejada de nuestros hábitos.
Durante el trayecto he adquirido varias lenguas y enmarcado un puñado de licenciaturas, he viajado mucho, he tenido un hijo (ahora tiene 6 años) que es mi maestro de vida, y he descubierto que sin amor, sin ilusión, sin un cuerpo sano, sin una cabeza y un corazón bien acompasados y sin alegría la existencia pierde mucha de su magia.
La técnica Alexander nos cuida para que nunca, ni en las peores circunstancias, olvidemos estos preceptos.
Recuerda, recuerda: la vida es ahora, ahora y ahora. Vívela, siéntela, aférrate a ella. Quiero ser sumamente consciente de todo lo que he dado por sentado.
Sylvia Plath